lunes, 21 de diciembre de 2009

6:



As the flames wash around me I only think of you
I only want to save you But I don't know what I can do



Cuando no te da la cabeza no te da la cabeza. Es un dicho popular de Venenito adaptado a la realidad de hoy. No tenemos mucho para contar, me dice. No sé. Hoy es un día sin nombre. Si tuviera 10 años menos, arriesgaría que es un día para el suicidio pero corresponde que no. Que diga que es un día vacío  e innoble en el marco de la vida adulta. Estoy un poco harta de ser tu enfermera Venenito. Él se ríe, bestia como es, bestia mas bien innoble como la vida adulta, me dice: nunca vas a llegar a verme con el catéter. Basta, le digo. Hoy no es mi día, vuelvo a pensar. Vamos bajando por Sarmiento. En Avenida de Mayo los mesones españoles abusan de la comida. Muchas arterias a punto de explotar. Tengo fantasías constantes con la muerte. Y en todas se mueren las mismas personas. Al menos para matar soy imaginativa, pero al mismo tiempo: metódica.

Muriendez quiere que me compre un celular. Eso es muy de novio pensé, entonces me gustó y me disgusto al mismo tiempo. Estos días pensé en las fiestas. Dónde va a estar Muriendez, tiene familia Muriendez, tiene hermanas, si tienen hermanas, cómo son, tiene padres, si tiene padres cómo son, tiene primos, si tiene primos cómo son, es tío Muriendez, si es tío cómo es, tiene sobrinos Muriendez, si tiene sobrinos cómo son, tiene familia Muriendez, si tiene familia, su familia pasa las fiestas juntas, le gustan las frutas secas a Muriendez o es como yo que adora el budín, tiene vicios nocturnos Muriendez el 24 a la noche o se queda solo mirando los fuegos artificiales, mientras prende un cigarrillo, mira el cielo, en silencio, críptico, como la rata que es, el jefe de todas las ratas coronado  el día que me deje sola. Deliro con la fantasía  de Muriendez viniendome a buscar después de las 12 y me llevandome a una fiesta de la mano. Solos los dos. Me pruebo mentalmente los mejores vestidos del mundo. Me ato el pelo con una cola de caballo, salgo a la guerra, pero no quiero pre aviso para la guerra. Que no me llame.  Que no alce mi guardia. Que no me advierta. Que no me pida nada. Porque le voy a decir que no, que tengo cosas que hacer, estar con mi familia. Si, el rigor. El péndulo de nuestras vidas, el equilibrio perfecto. La gran paradoja: él no esta pensando nada de esto. El castigo: yo si.


Venenito quiere comer en Pipo pero a mi la comida de Pipo siempre me cae mal, aparte odio pagar cubiertos por un plato de ñoquis con una salsa espesa cocida en el mismisimo infierno. Que delicada que sos, me dice, que sana. Tengo hambre Venenito pero tampoco voy a comer cualquier cosa, le contesto. Él, soez y alterado, a los gritos declara que él si, él se come cualquier cosa. De Montevideo emerge Nekro, lo juro, pura verdad, historia cotidiana, vans aceleradas, vegetarianismo militante. Tengo ganas de pararme frente a él y preguntarle, se te ocurrio crecer pelotudo. Pero no lo hago.  Venenito lo mira y le grita aguante al Hardcore viejo de mierda!!!. Ambos nos reímos. Paz chicos, no dice. Paz nunca hijo de puta, guerra toda la vida. Nos reímos. Nekro ya no nos habla. Lo seguimos con la mirada, mientras baja por Corrientes. Cada vez más chico, cada vez más chico, cada vez más chico, cada vez más chico, cada vez más chico. Así hasta desaparecer en el medio de una ciudad que merece que su rey calce unas Vans de canje. Clinck, caja. 


La vida sana me tiene podrida Venenito, le digo. Sentados en La Giralda mis ojos clavados en la puerta, esperando el milagro. Son las 3 de la mañana y lo único que hicimos fue vagar. El plan original era una fiesta, pero Venenito como siempre se aburrió y fuimos a otra en donde también se aburrio y fuimos a otra en donde también se aburrió y terminamos vagando por el centro que de intenso no tiene nada y todavía no se pone, no se pone como en Enero, maldito, degenerado y encantador. Me gustan todos los chicos de la vida, me dice Venenito. Bien por vos, le digo. Lo que pasa es que a esta conchuda no le gusta nadie, grita. Y nadie nos mira, porque a esa hora cualquiera grita cualquier cosa. No me gusta nadie más allá de él chico que me gusta, le digo. Venenito va por el tercer tostado, yo por el segundo café y 3 vasitos de agua. Miro la puerta, pero nada. Venenito, conchuda como es, se da vuelta. A quién esperas, me dice. A nadie, le digo. Bajo la cabeza, los restos de mi café no me dicen nada, es tarde, estoy con él, pero quiero estar con otro, con el flaquito. Es hora de que me compre un teléfono y logre marcar los números del éxito. Siempre que esperamos mucho a alguien toda la gente que pasa alrededor nuestro se parece, me dice Venenito. Es mis ojos cargados de agua se ve toda la verdad. Dura un segundo. Puede ser le contesto, puede ser. Intento acelear el tiempo obligandome a  que ningun pensamiento se disapre en mi.  Entonces antes de volver a pensar, salgo corriendo a la calle. Y no, no era él. Pero quería tanto que lo fuera, que solo lo seguí hasta el bajo.  Quería tanto que lo fuera que lo seguí hasta el bar en donde se metio. Quería tanto que lo fuera que contra la barra pedí lo mismo que él pidio. Quería tanto que lo fuera que cuando fue al baño lo seguí. Quería tanto que lo fuera que le toque el hombro. Quería tanto que lo fuera que le pedí una pequeña infinidad de cosas. Quería tanto que lo fuera que algunas me las dio. Quería tanto que lo fuera que lo pensé con otro nombre. Quería tanto que lo fuera que lo dejé.

Y Venenito no sé. La verdad que no sé.

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