sábado, 30 de enero de 2010

7:

(in the future when all´s well)




Todo este tiempo solos y para nada. Sobrevivimos a las fiestas, lo que no sé es como hace Muriendez para sobrevivir al calor con esos pantaloncitos apretados, aunque pensandolo bien avala mi teoría de que los extremadamente delgados solo se parten con el frio helado. Y como sabemos bien en Buenos Aires no suele nevar. De todas maneras no puedo conterme y le pregunto, cómo haces con este calor. Cómo haces para salir vos a la calle con ese vestido, me dice él. Muriendez no sos mi padre, le digo. No, me dice,  pero algunos padres se salen de sus límites. Sonrie feliz en su propia dicha. Por qué al cine un 1 de diciembre Muriendez. Por el aire acondicionado, me dice. No quiero ver películas de amor con Muriendez porque no me quiero ilusionar, no quiero ver películas de terror con Muriendez porque no quiero asustarme y buscar su mano, no quiero ver películas de acción con Muriendez porque no quiero incomodarlo con hombres titánicos, no quiero ver películas infantiles con Muriendez porque no tenemos hijos. Todavía. Me quedan entonces documentales sobre animales o alguna película histórica y de eso nada. Abstraído mirando la cartelera Muriendez todo lo empeora y me dice, mejor veamos dos películas. No contesto. Qué pasa, me dice. Nada, le digo. No queres ver dos películas vemos una. Por Lavalle solo circulan parejas, hombres que reparten folletos que solo detallan la constelación de un asado criollo y algún que otro hombre solo. Debe haber más gente. Pero no la veo ¿Por qué el 31 me dejaste sola?
Qué, me dice.  Eso que oís, le digo. Qué vamos a mirar, me dice. Me largo a llorar y me voy.  Solo me voy porque se que me sigue. Encaro el río, nuestro lugar.


En la fiesta están todos. Incluidos los conocidos fatales. La terraza esta iluminada con velas, pero las velas de las urgencias de los cortes de verano, no las velas bonitas de las fiestas de gente bonita. Solo un paso de entrar y rompo un vaso. Si creen que fue torpeza se equivocan, ya que la torpeza es un encanto con el cual no cuento. Solo fue una reacción motriz precaria al ver una niña-mujer de un promedio de 35 años bailando en el caño, el caño de aguas, de aguas argentinas, el caño estatal, metiendose el caño del estado entre las piernas. La música es la misma mierda hace 20 años, exactamente la misma mierda. Ir a una fiesta de gente de la cultura de más de 30 años es suicidarse con el brit pop, género que como todos sabemos no existe, tal cual ellos y sus influencias. Es meterse literalmente entre los muertos, es el paso de la tierra de los vivos a la tierra de los muertos. Antes de las 12 la familia, con todos sus defectos, el pasado, el acecho, los defectos y las negociaciones. Despues de las 12 de la noche, los pactos tácitos de supuesta pertenencia y hermandad solo para poder palear un poco más la soledad de los días modernos. El club exclusivo no es tu galería montada en las paredes, el club exclusivo es la puerta cerrada. Pero hoy no va a suceder, porque soy cobarde y Muriendez acepto morirse esta noche conmigo un poco, antes que cobrar vida, de a dos sin tocarnos, en casa. 


Más tarde nada. Es el silencio de Muriendez el que me castiga, mientras yo juego a ser mordaz con gente que desprecio pero que es mi compañía. Ah, pero que interesante. Son las dos de la mañana, el fernet ya mancha el piso, la cocaína no circula, la marihuana logra que todos mientas al mismo tiempo estar re colgados. Te acordas de las drogas, me dice Muriendez. Popper, le digo. Se ríe. De que te reís, le digo y enseguida suelto una carcajada. Popper, repite, Harry Popper y nos reímos los dos en el medio del caos más ordenado del mundo. Un asco, me dice. Estoy contigo, le contesto. En eso o en todo, me dice. En casi todo. Y como siempre nos damos la mano sin mirarnos a los ojos. Popper, vuelve a decir en voz bajita.  Qué más me pregunta. No mucho más, le digo. Intento recordar. Por qué nunca una drogadicta enter, me pregunta Muriendez. Tomo aire, del verano siempre deteste que enseguida me priva de la noche y acá estoy esperando el día para poder irme. Entonces, me dice. Es que es tan duro, es tan duro darse cuenta de que el talento no esta ahí, no esta explotando en las noches de cocaína o las experimentaciones con calmantes para caballo, o las jarras líquidas con lo que juran es LSD, los nevados, las combinaciónes, las galletitas, el diseño, las drogas.  Es tan duro darse cuenta que el talento sigue siendo el misterio del trabajo o la mística que dicta frente a todos los mortales: ella nació para eso. Suspiro. Ay Muriendez, una mierda empezar el año así, una mierda.


Dos cuadras  antes del río camino más lento. Estoy cansada, quiero el drama rápido. Me doy vuelta pero él no esta. Cómo que no esta.  Todo está espantosamente vacío  y el río la noche, el drama, la novela, las explicaciones, la narrativa, el planteo, la construcción, el recuerdo, lo que paso después de reírnos, después esa misma noche, después de los fuegos artificiales pero con el sonido atronador de las bombas de ruido, miro con más detenimiento pero él no me siguió, quizás es 31 otra vez es 31 todo el año. Me arde el brazo entonces pienso y se dispara en mi mente esa noche, cuando explotó la botella de cerveza cerca reventándome el brazo derecho con un tajo, paso esa noche, paso en otro momento, paso este fin de año o fue el anterior, este año fue el desgarro o fue el anterior, la desilucion es un momento fatal, básicamente no tiene principio, carece de fin, en el medio no hay nada y para rematar anula los calendarios, sus días, los relojes, sus horas, los años, sus finales, las estaciones. Siempre es invierno si estamos desilucionados.


¿Entonces? Flashfoward/Flashback.  Fue El Pasado el que vino, me corto el brazo, me sembró con vino barato la vena de violencia, me humilló en retrospectiva y me dejo hoy en la calle sin nada. Pero no logro exactamente como fue, que paso, en que momento lo perdí a Muriendez y cuando me convertí es una parodia de la mujer que pide, rescate, rescate, rescate, rescate, rescate, rescate, rescate.


Rescatate sola.

bad boys