lunes, 7 de diciembre de 2009

4:


Alguien me ha dicho que la soledad
se esconde tras tus ojos


Muriendez come churros de La Giralda como si en su estómago habitara una favela desnutrida. Los acompaña con una medida de whisky. Yo en cambio, pongo un poco de orden y clase, mientras pido la segunda taza de café bien cargado. Los mozos comentan sobre nosotros, lo sé, mientras ellos mismos se sirven entre sí, como una versión alucinante del te de las 5, pocillos de café negro. En ese fondo sin duda se lee la historia. Clientes solo nosotros y el resto de las mesa estan ocupadas por las sillas, que dadas vuelta y con sus patas en alto, forman un bosque que no para de crecer. De la calle apenas si llegan sonidos, algunos son tan nítidos que de a poco se descubre que la gente tiene vida a la mañana. Un chico riega la calle como si de las baldosas fueran a floreces jazmines. Con botas de lluvia, mangera negra y decisión. El olor del asfalto mojado, si me preguntan,  es más seductor que el del pasto. Las luces blancas del lugar y la claridad de una mañana nublada y fría no me embellecen. Hasta que Muriendez deja de depredar la azucar 100 por ciento y me mira.

Bueno Muriendez ya era hora que pararas de comer. Me clava los ojos. No me gusta tu aspecto me dice. Entonces no me mires, le digo. No me entendes. No te explicas. Termina su whisky, llama al mozo. Quiero eso que tiene caballos en la etiqueta. El mozo asiente y se va. Cuando vuelve tiene en la bandeja la botella de los caballos, un vaso enano y más café que no pedí. Pero este hombre me leyo la mente y yo acepto. Quiero decir, me dice Muriendez. No me importa, le digo. El mozo interviene en una línea narrativa complicada, solo para decir, la niña me dice hasta dónde.  Es que hay algo detrás de los ojos, me dice. Hasta acá, digo. Y paran todos.

En el baño me encierro y me miro. No hay nada detrás y tampoco hay nada adelante. Solo convivo con ese aire destemplado de las 6 de la mañana y la palidez de la realidad.


Corrientes a la mañana parece un poco más mi memoria. Los colectivos pasan vacios y dejan olor a detergente de pino comprado en frascos de 10 litros. Los diarios tiene olor. La Continental tiene olor. Contra la ventana de La Academia dos hombres leen el diario, en el televisor de reflejan las noticias, del fondo se escuchan el bang, el quiebre y el estallido de la mesa de pool. Juego al pool desde que tengo 15 años, digo. Muriendez me mira. Un día en Lavalle sin darme cuenta jugue un partido con unos milicos de licencia. Muriendez me mira. Lo que te queria decir, me dice. Qué, le digo. Es que tenes que comer más. Yo tengo que comer más Muriendez, le pregunto. Si, me dice. Prende un cigarrillo y se recuesta contra la pared. Me tengo que ir, le digo. Muriendez asiente. Empiezo a caminar por Callao, bajo hasta Rivadavia y pasando el Congreo, paro un taxi. Despues de las indicaciones de rigor, le pregunto, disculpeme, usted cree que tengo que comer más.


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